37 Hemos recibido la corona de oro y la palma que nos habéis
enviado y estamos dispuestos a concertar con vosotros una paz completa y a
escribir a los funcionarios que os concedan la remisión de las deudas.
38 Cuanto hemos decidido sobre vosotros, quede firme y sean
vuestras las fortalezas que habéis construido.
39 Os perdonamos los errores y delitos cometidos hasta el día de hoy
y la corona que nos debéis. Si algún otro tributo se percibía en Jerusalén,
ya no se exija.
40 Y si algunos de vosotros son aptos para alistarse en nuestra
guardia, alístense y haya paz entre nosotros.»
41 El año 170 quedó Israel libre del yugo de los gentiles
42 y el pueblo comenzó a escribir en las actas y contratos: «En el año
primero de Simón, gran sumo sacerdote, estratega y hegumeno de los
judíos.
43 Por aquellos días puso cerco Simón a Gázara y la rodeó con sus
tropas. Construyó una torre móvil que acercó a la ciudad y abriendo brecha
en un baluarte, lo tomó.
44 Saltaron los de la torre a la ciudad y se produjo en ella gran
agitación.
45 Los habitantes, rasgados los vestidos, subieron a la muralla con
sus mujeres e hijos y pidieron a grandes gritos a Simón que les
diese la
mano.
46 «No nos trates, le decían, según nuestras maldades, sino según tu
misericordia.»
47 Simón se reconcilió con ellos y no les atacó, pero les echó de la
ciudad y mandó purificar las casas en que había ídolos. Entonces entró en
ella con himnos y bendiciones.
48 Echó de ella toda impureza, estableció en ella hombres
observantes de la Ley, la fortificó y se construyó en ella para
sí una
residencia.
49 Los de la Ciudadela de Jerusalén se veían imposibilitados de entrar
y salir por la región, de comprar y de vender. Sufrían grave
escasez y
bastantes de ellos habían perecido de hambre.
50 Clamaron a Simón que hiciera con ellos la paz y Simón se lo
concedió. Les echó de allí y purificó de inmundicias la Ciudadela.